De nuevo, el cine toma como escenario el espacio educativo y esta vez lo hace de un modo poco habitual, mezclando ese trasfondo para hilvanar un thriller, del que también pueden sacarse algunas preguntas de interés para profesores, alumnos y familias: ¿dónde está el límite en la relación entre profesor y alumno? ¿hasta dónde puede llevar un mandato pedagógico? ¿cómo se establecen las relaciones de poder entre profesor y alumno? ¿qué consecuencias pueden tener determinadas posturas pedagógicas?
Todas ellas son preguntas que se plantean, de fondo, en «En la casa» (Dans la maison), una película de reciente estreno en la que un profesor de Literatura, aburrido de sus clases y sus alumnos, descubre en uno de ellos un talento inesperado para la narrativa, llevándole a intentar explotar sus cualidades para la escritura, y la construcción de nuevas realidades a través de la misma. Pero en ese camino, las buenas intenciones iniciales se tuercen y pervierten la relación de poder entre alumno y profesor, tornándose a favor del primero y llevando a la falta de control de la situación por parte del segundo. Además, ese descontrol lleva finalmente a repercutir negativamente en terceros, como otros alumnos y sus familias.
La primera lección deducible de todo ello es que es loable la intención de avanzar en la relación de confianza, sin la cual a menudo es imposible conocer las necesidades del alumno y a la par descubrir sus cualidades, habilidades y talentos. Pero, al mismo tiempo, queda patente la necesidad de limitar esa confianza y dejar claro en todo momento que la base de relación no es de igual a igual, en el sentido pedagógico, sino de maestro a alumno, aunque sepamos que aquel también aprenderá cada día de este. Pero quien dirige la relación debe ser el profesor, y debe ejercer ese control desde la experiencia y con la idea en mente siempre presente de que la naturaleza de esa relación es puramente pedagógica o educacional, y esto determina la forma en que se desarrolla.
Por otro lado, está claro que la Educación no es un hecho aislado y tiene repercusiones en el entorno social del alumno. De ahí que la responsabilidad del profesor resida, a veces, en conciliar la enseñanza con esos entornos para no inducir a consecuencias negativas para el mismo, sino positivas. En todo ejercicio pedagógico siempre hay un ánimo transformador, no cabe duda, pero debe medirse para que no produzca efectos no deseados y sí sirva para enriquecer dichos entornos.
Finalmente, queda latente en toda la película citada, un discurso sobre el poder transformador de la Literatura, y de la escritura. En este caso, no toca directamente a lo educativo, pero sin duda será de interés para quienes quieran profundizar en el sentido y los objetivos de la Literatura y sus efectos en espacio y tiempo a lo largo de la Historia. Pero este asunto daría y ha dado, para muchos más comentarios («to be continued…»).