El Sindicato de Estudiantes ha comunicado recientemente que convocará una movilización estatal de estudiantes para el próximo 30 de marzo. Y es que los jóvenes españoles son los que están sufriendo los mayores efectos de la crisis no sólo en España sino también en comparación con sus coetáneos europeos: el paro en esta franja de edad ronda el 40% frente al 20% en Europa y el 14% de los jóvenes españoles de entre 14 y 25 años ni estudia ni trabaja, según Eurostat.
Por todo ello no debería llamar especialmente la atención que hayan decidido movilizarse salvo por un detalle: no lo hacían desde 2008. ¿Significa esto que no había motivos para manifestarse anteriormente? La crisis no es un fenómeno reciente y de hecho sus inicios se retrotraen a ese año… ¿O es que los jóvenes españoles han llegado finalmente al límite de resistencia?
Quizás, pero si miramos hacia afuera también es llamativo que este cambio de actitud haya coincidido con las revueltas populares en los países del Norte de África, en las que los jóvenes, especialmente en Túnez y Egipto, han jugado un papel fundamental. Quizás no sean comparables la situación de estos jóvenes ni sus motivaciones, ya que también viven una prolongada situación de paro pero además tienen muchas menos perspectivas de progreso profesional; o tienen acceso a medios de comunicación y tecnología pero en menor grado ya que son miembros de economías todavía en vías de desarrollo. Y sobre todo no son comparables porque han nacido y vivido hasta hoy en regímenes dictatoriales y no en democracias consolidadas.
El contagio de una actitud
Sin embargo es posible que la sed de libertad, el ansia de progreso y la fuerza que han demostrado los jóvenes de Egipto y Túnez no se esté contagiando solo a otros países del Norte de África o de Arabia. Es posible que estén siendo una llamada de atención o un aguijón en la conciencia para los jóvenes del llamado primer mundo que pueden ver con sorpresa, quizás cierta complicidad cómo la voluntad, la constancia y el esfuerzo pueden ser valores individuales tan transformadores en lo social. Quizá los jóvenes europeos no tengan tantas razones, ni de tan altura por las que luchar ya que viven en democracias y economías desarrolladas. Sin embargo, en su parcela particular pueden existir motivos para protestar, como ya demostraron los estudiantes británicos.

Además, distintos estudios sociológicos indican que los jóvenes españoles quizás por el proceso de individuación, inherente a su condición, sumado al proceso de acomodamiento propio de las sociedades desarrolladas, y al carácter individualista latino sean poco dados a las revueltas. ¿Por qué entonces esta decisión de manifestarse?¿Están despertando los jóvenes españoles? Solo el tiempo lo dirá.