Quienes pertenecen a las generaciones nacidas en los 60,70 y 80 del siglo XX, muchos de ellos padres del siglo XXI, saben del empeño de sus familias por proporcionarles una Educación con mayúsculas. Cuando ellos nacieron, el acceso al mercado laboral y, sobre todo, a puestos cualificados y mejor remunerados, pasaba, inexorablemente
por contar con una preparación y titulación adecuadas; sea por la vía de la formación profesional reglada, o de la educación secundaria y universitaria, en cualquiera de las áreas, científica, técnica, jurídico-administrativa o de Letras.
por contar con una preparación y titulación adecuadas; sea por la vía de la formación profesional reglada, o de la educación secundaria y universitaria, en cualquiera de las áreas, científica, técnica, jurídico-administrativa o de Letras.
Las razones por las que existía esa fe rotunda en la importancia de la Educación, eran, por una parte, la certeza de que Educación era igual a futuro, basada, a su vez, en el recuerdo de que cuando no todos podían acceder a la Educación, no todos tenían el mismo futuro…
Por ese motivo, hoy, cuando la Educación es accesible a todos, se olvida a menudo el valor de la Educación para el futuro de una sociedad y de las personas que la conforman. No se valora tanto lo que se posee, porque ya no se anhela, como lo que no se posee, ya que se desea en la misma medida en que cuesta alcanzarlo.
Sin embargo, a base de olvidarnos del valor de la Educación, corremos el riesgo de perder todo lo conseguido, como sociedad, y como individuos.
En un mundo cada vez más competitivo y exigente, no habrá lugar para quien no haya apostado fuerte por el esfuerzo, la formación, el aprendizaje continuo y la excelencia. En ese sentido, no apostar por la Educación ahora es, no sólo hacer lo contrario de lo que hicieron las generaciones anteriores, sino privar a nuestros hijos de forjarse un futuro mejor.
No lo olvidemos, la formación no da sólo acceso al empleo por cuenta ajena, sino que abre de par en par las puertas al emprendimiento, y a la autonomía empresarial, laboral y económica, es decir, a valerse por uno
mismo en términos profesionales. Quien está bien formado, no dependerá siempre de que le ofrezcan empleo, sino de crearlo, y con él, su propio futuro.
mismo en términos profesionales. Quien está bien formado, no dependerá siempre de que le ofrezcan empleo, sino de crearlo, y con él, su propio futuro.
La Educación y la Formación, es cosa de todos y de cada uno. Por eso, no deberíamos pensar tanto en el coste económico de pagar a profesores, pedagogos, formadores y profesionales de la Educación, tanto en el ámbito
público como en el privado, sino en el coste real, en el futuro, de no haberlo realizado.
público como en el privado, sino en el coste real, en el futuro, de no haberlo realizado.
No se trata de dramatizar, ya que el rumbo siempre es corregible y la realidad no es blanca ni negra, sino una amplia gama de grises. Pero no lo olvidemos, sin Educación, no hay futuro, ni como sociedad, ni como individuos, o al menos, no el que anhelamos.